
Mi hijo pequeño llora… mucho… A pocos días de cumplir los 2 años me sorprendo planteándome que ya no es un bebé (o sí?), y aún así llora tanto, todos los días…
Llora por frustración, llora por celos, llora por mamá, por papá, llora porque no tiene palabras para expresar lo que quiere. Y yo intento hablarle, intento comprenderle, le dejo hacer todo lo que necesite (siempre que no sea peligroso), pero no es suficiente: necesita atención y comprensión total, y muchas veces no puedo estar en ese punto.
Sé que el amor, la dedicación y la comprensión son las soluciones a sus llantos, pero en muchos momentos no las encuentro, no sé utilizar esas herramientas, a él no le llegan, y nos desesperamos.
Muchas veces no encuentro la causa de su llanto, sé que la hay, pero no logro entenderle. Otras veces la causa está clara, pero no puedo solucionarle el problema pues es algo peligroso o un conflicto con su hermano que yo no puedo solucionar (querer lo que está utilizando su hermano, por ejemplo).
Y qué hago entonces? O más bien, qué debería hacer? (no os voy a contar que a veces grito yo más que él). Pues intento re-conectar: si el contacto físico funciona genial: aúpa de mamá, mimos, canciones y teta. Si estamos en un punto de “rabieta” en que no quiere ni que le cargue, intento ponerme a su altura y mirándole a los ojos tratar de adivinar lo que le puede estar pasando o cómo debe de estar sintiéndose, y decírselo, con calma y cariño, a veces entre grito y grito (sus gritos al llorar, no los míos en este caso). Mi última arma es usar la imaginación, distraerle con algún juego, hacer un poco el payaso…
Sé que esto es una fase y pasará (y me lo repito tipo mantra: “Todo pasa”), sé que en unos meses ya no habrá rabietas de este tipo, ya no estará tan irritable y podrá expresar con palabras lo que necesita. Mientras tanto, me cargo de paciencia, aprieto los dientes para no gritar, y busco a la mamá comprensiva y amorosa, que es la que necesitan mis hijos y la que quiero ser para ellos.
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