
Cuando llegas al hospital para el parto te sorprenderán muchas cosas, algunas buenas como darte cuenta de la suerte de que te haya tocado una matrona cariñosa o de que ese día seas la única mujer de parto, y otras por las que te entrarán ganas de salir corriendo, como que el celador se empeñe en que te sientes en una silla de ruedas para llevarte a la habitación (“señor, no ve que estoy con contracciones y que no puedo aguantar sentada?”) o que lo primero que hagan en lugar de mirarte a los ojos sea querer hacerte un tacto.
Pero hoy quiero hablarte de dos rutinas concretas que detesto, que están muy instauradas en algunos centros hospitalarios, y que además pueden ser peligrosas, con lo que creo que es mejor hacerlas visibles y señalarlas.
Romper la bolsa para que el parto vaya más rápido.
Es cierto que si la bolsa se rompe, o nos la rompen, las contracciones se volverán más intensas y probablemente la dilatación también avanzará más rápido. Es cierto también que, en algunos casos, cuando realmente tenemos que inducir o estimular un parto por razones de salud reales, romper la bolsa de manera artificial (amniorrexis) puede ser un método efectivo que nos ayude a conseguir que el parto comience o avance.
Sin embargo no podemos olvidarnos que la mayoría de los partos no necesitan una inducción, porque siempre que bebé y mamá estén sanos lo más seguro es esperar a que el parto comience por sí solo. Y esa estimulación de parto, para que vaya más rápido, no es más que una impresión subjetiva del profesional que cree que tu parto va demasiado lento, pero ¿quién es él para ponerle tiempos a tu cuerpo? ¿Por qué no podemos dejar a un lado el reloj y mirar lo que de verdad importa? Una mujer sana dando a luz a un bebé sano NO necesita ceñirse a tiempos, cada cuerpo, cada bebé, las circunstancias de cada parto son únicas y por tanto también lo son los tiempos que cada una necesitamos para dilatar y parir a nuestro hijo.
Cuando la mujer entra en la sala de dilatación, el reloj comienza a contar, comienzan los tactos vaginales cada dos horas, comienza el escribir en una gráfica el número de centímetros que dilatas para ver el avance, comienza el medir las contracciones, el que una máquina me diga si realmente son intensas (que por supuesto tú sensación es muchísimo mas fiable que los números del registro, no lo dudes), comienza el cuestionar si es suficiente con una contracción cada 7 minutos o si la matrona o ginecólogo preferiría que tuvieras una cada 4 minutos….
A una mujer de parto se le marca cuánto tiene que dilatar por hora, cuántas contracciones tiene que tener, y cuánto de intensas deben ser, cuánto tiempo puede estar con la bolsa rota, y cuántos minutos debe pasar empujando. Y como no hay más que seguir un patrón de tiempo establecido estadísticamente, no queda otra que disponer de “algo” para acelerar el parto cuando se salga de los límites establecidos.
Y el “vamos a romper la bolsa para que todo vaya más rápido”, se convierte en una trampa de la cual es difícil salir (además de que tiene riesgos de los que deberían informarte): te rompen la bolsa (cronómetro puesto para que no estés demasiadas horas con la bolsa rota, no vayamos a aumentar el riesgo de infección), las contracciones comienzan a ser mucho más intensas y dolorosas (estás poniendo todo de ti para conseguir este parto natural, pero de pronto toca re-adaptarte de nuevo y muy rápidamente, porque esto duele muchísimo), parece que la frecuencia cardíaca del bebé disminuye un poco con las contracciones, ambiente de nerviosismo pero todos te dicen que no pasa nada, que todo es normal, otro tacto y ya estás de 9 cm (tan rápido que no te ha dado tiempo a entender qué está pasando ni a adaptarte a la nueva situación). Y un desenlace que, sea el que sea, probablemente te supere, porque no lo has entendido, porque no has podido adaptarte, porque todo ha sido demasiado rápido y tú has pasado de fluir con cada contracción a luchar contra ellas, porque no te quedaba otra opción.
Empezar a empujar para que el bebé vaya bajando.
Del mismo modo que cuando te rompen la bolsa le están quitando a tu cuerpo la oportunidad de seguir el ritmo que tu bebé le marca, cuando te dicen que empujes, sin que tú sientas esa necesidad, te están quitando la oportunidad de seguir tu instinto, de parir a tu hijo como tu cuerpo y tu intuición te piden que lo hagas.
Quizá te ha pasado alguna vez que has acudido al médico por algún dolor u otro síntoma, y su respuesta ha sido que no tienes nada, que no te pasa absolutamente nada. Y sales de allí con cara de tonta, quizá con la sensación de que eres una quejica y que has hecho perder el (valioso) tiempo al médico, o quizá sales directa a buscar otro médico porque tú sabes que es real lo que te está pasando.
Lo que tú sientas es irrelevante, lo que de verdad importa son las pruebas, y si todas están dentro de los parámetros supuestamente correctos NO te pasa nada. Y con estas premisas son con las que vivimos, y si no empezamos a escucharnos de verdad, a escuchar nuestro cuerpo, no habrá cambios en la atención al parto.
Nadie debe decidir por ti cuándo es el momento de empujar, quizá nunca tengas que empujar y tu bebé va a nacer igual, quizá sí sientas la necesidad de empujar mucho antes de estar dilatada completamente y está bien que lo hagas, porque lo importante es que sepas que tu cuerpo conoce exactamente lo que necesita. Eso es lo que yo quiero, que sigas a tu cuerpo, que te dejes llevar, que nadie te imponga tiempos.
Desde aquí quiero ayudarte a que confíes, a que tengas apoyos e información para que en tu parto seas TÚ la que decida, tú, tu cuerpo, tu instinto, tu bebé,… pero TÚ, y no un reloj, un protocolo o un miedo ajeno a el tuyo.
Escucharé mi cuerpo, te lo prometo a ti, se lo prometo a mi bebé, me lo prometo a mi misma y se lo diré a todos los que me acompañen ese dia.